The notebook (El diario de Noah)
Una empresa envía a la Policía Nacional traductores con antecedentes
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Una empresa envía a la Policía Nacional traductores con antecedentes
El 1 de mayo, un ciudadano paquistaní acudió al aeropuerto de Barajas requerido por la Policía Nacional. Hacía falta un intérprete de portugués para explicar a unos brasileños que intentaban entrar en España que sus papeles no estaban en regla.
Varios días después pasó lo mismo con un kurdo
La primera sorpresa para los agentes fue ver a un paquistaní para traducir portugués. La segunda fue comprobar que tenía seis antecedentes policiales, entre ellos dos delitos por falsificación de documentos y otro por tráfico de drogas, y una orden de búsqueda y captura. Fue detenido.
Varios días después pasó lo mismo con un kurdo que acudía a Barajas para realizar trabajos de traducción para la Policía. Más antecedentes policiales en su ficha.
Los traductores pertenecen a la empresa Seprotec, que ha ganado el concurso público que el Ministerio del Interior hizo para dotar de intérpretes a la Policía Nacional.
Seprotec ha empezado a prestar este servicio el 1 de mayo, que incluye la transcripción de declaraciones orales, escuchas telefónicas, soportes informáticos, etc. El contrato dura 14 meses y la empresa percibirá 2,6 millones. Fuentes de Interior han explicado a 20 minutos que se ha abierto una investigación a la empresa tras detectarse "varias irregularidades".
Críticas de CC OO
"Sería mejor que este dinero se invirtiera en aumentar la plantilla de 300 traductores que ya tiene Interior, profesionales con garantía, y no externalizar el servicio a una empresa que suministra traductores con antecedentes que van a tener acceso a información delicada", explica César Pérez, de CC OO.
La Generalitat de Cataluña rescindió el contrato a Seprotec
Este diario ha intentado sin éxito recabar la opinión de Seprotec, sobre todo para conocer cuáles son sus criterios a la hora de seleccionar a los intérpretes que envía a la Policía. La Generalitat de Cataluña, por ejemplo, ya rescindió el contrato a Seprotec por incumplir los servicios encomendados.
Entre 45 y 48 euros la hora de traducción
El pliego del contrato especifica que la Policía precisará especialmente intérpretes de albanés, árabe, bangla, bengalí, chino, farsi, igbo, lituano, rumano, tagalo, urdu o pakistaní...
Seprotec paga a cada intérprete 10 euros la hora, cuando la empresa cobra de Interior 45 euros la hora por una interpretación oral, 48 euros la hora por la traducción de escritos y escuchas telefónicas. Las condiciones también estipulan que el intérprete deberá presentarse en la sede de la unidad policial que le requiera en un máximo de 60 minutos.
La vida, la vida, la vida es... Es un contratiempo la vida, la vida es...
(fragmento inédito de autor con pseudónimo, ganador de un concurso de relatos)
Marguerite Yourcenar (que nos ha dado tanto...)
Fragmento de Alexis o el tratado del combate estéril
El secreto de da Vinci
Científicos franceses descubrieron la técnica que utilizó Leonardo Da Vinci para lograr en "esfumato" que tanto fascina a los admiradores de la Mona Lisa.
PARIS, (EFE).-
Hanna Arendt (Historia de la teoría política)
Por Hannah Arendt
Fragmento de Medea (Eurípides)
diciéndole que quiero verle ante mi presencia
y, cuando haya venido, le hablaré con blandura:
que estoy con él de acuerdo; que me parece bien
la unión que traicionándonos contrae con la princesa;
que es cosa conveniente y está bien discurrida.
Pero le pediré que mis hijos se queden,
no porque en tierra hostil quiera dejarlos, sino
para a la hija del rey poder matar con dolor.
Pues les enviaré con dones en las manos
y, cuando el atavío se ponga, morirá
malamente y, con ella, quienquiera que la toque:
tales son los venenos con que ungiré el regalo.
Mas aquí a otro lenguaje paso y a gemir voy
por la terrible cosa que a continuación
haré: porque a mis hijos mataré, sin que nadie
pueda salvarlos ya (...)
La feria del libro por Eduardo MENDOZA
De ferias y libros
La lectura requiere recogimiento, pero al libro le va la marcha. Una feria es un lugar donde se celebra el libro, al autor y al lector. La del parque del Retiro de Madrid se abre el viernes.
EDUARDO MENDOZA 24/05/2008
No hay pregunta más absurda, ni por cierto más repetida, que la del libro que uno se llevaría a una isla desierta. Es absurda por varios conceptos. Primero, porque se basa en la hipótesis, harto endeble, de que el barco en el que uno viaja dispone de una biblioteca borgiana, y de que al producirse el naufragio uno tendrá tiempo y ganas de decidir y encontrar el libro que desea llevar consigo, y fuerzas para llegar con él a la playa sin que se moje. Salvo que sea tan pesimista que ya lo lleve en el equipaje. Esto desde el punto de vista práctico. Desde el punto de vista de la literatura, el absurdo aún es mayor, porque un solo libro no pinta nada. Es como si a un general le ordenaran presentar batalla con un solo soldado, aunque fuera el más aguerrido. Los libros, como los soldados, funcionan no ya en número, sino a mogollón. Leer significa leer mucho y sobre todo haber leído mucho y variado. Algunos libros rematadamente malos ocupan un lugar importante en la formación y el corazón de cualquier lector. Un libro es una pieza encuadrada en un género, en una literatura, en una época. Y en un circuito comercial, porque el comercio es la argamasa que mantiene unido el edificio social: la comunicación en forma sólida.
Un libro no es un juguete y la lectura no es una diversión. El que uno pueda divertirse leyendo es otro asunto
A la feria hay que ir como quien va al huerto a recoger los frutos de la tierra: algo fatigoso y primordial
Según cuenta Frédéric Barbier en su interesantísima Historia del libro (Alianza Editorial, 2005), la primera feria del libro siguió al invento de la imprenta con tanta celeridad que es posible que en esa feria hubiera un solo stand con un solo libro y un solo vendedor: Gutenberg. Lo cierto es que alrededor de Gutenberg se movía, al margen de los impresores, una constelación de personajes anónimos pero imprescindibles: los inversores, los intermediarios que adquirían y suministraban el papel y el plomo, dos artículos raros y caros en aquella época, contables, los encargados de organizar el trabajo en el taller, los agentes comerciales en busca de mercados potenciales y los distribuidores del libro, por no hablar de las autoridades civiles y eclesiásticas que vigilaban el contenido de cada libro. La feria del libro de Francfort se empezó a celebrar a mediados del siglo XV, y consta que algunos libreros alemanes la frecuentaban a partir de 1460 para ofrecer los nuevos títulos salidos de las imprentas. El primer best seller, siempre según Barbier, fueron las Crónicas de Nuremberg, de las que se hizo una edición de 1.800 ejemplares. Como se ve, la lectura requiere recogimiento, pero al libro le va la marcha.
Ahora bien, una feria no es una fiesta, sino una organización más o menos festiva del trabajo. El hecho de que a la ardua, tediosa y abominable tarea de buscar y adquirir productos necesarios o superfluos lo llamemos ir de compras y lo consideremos una forma de ocio no debe llamarnos a engaño. La economía posindustrial consiste en una producción desmedida que exige un consumo galopante incentivado por cualquier medio. Uno de los objetivos de este estímulo es crear tal mareo en el consumidor que éste prefiera comprar sin saber lo que compra a tener que sopesar, valorar y decidir en función de sus necesidades y sus posibilidades. Pero esto pertenece al terreno de la psicología, la sociología y, en último término, de la moral, así que más vale dejarlo para otro día.
Una feria, como digo, no es un parque de atracciones, aunque lo parezca. Una feria no es sitio para niños, que se cansan y se agobian, por más que haya espacios especialmente destinados a entretenerlos con actividades que a menudo les producen más angustia que placer, como pintarles la cara de colorines. Esto no quiere decir que los niños no deban acudir a las ferias, y en concreto a la feria del libro. Pero no han de ir con espíritu de juerga. En contra de lo que propugnan la pedagogía moderna y unos planes de estudio que habrían escandalizado a Darwin, un libro no es un juguete y la lectura no es una diversión. El que uno pueda divertirse leyendo, como el que un cirujano se divierta operando, es otro asunto. A la feria hay que ir como quien va al huerto a recoger los frutos de la tierra: algo fatigoso y primordial. Sólo así se le encuentra a la feria un sentido distinto del de comprar por catálogo.
El que compra un libro, si lo hace de un modo consciente y concienzudo, no sólo pone los medios para la lectura, sino para la constitución y desarrollo de su biblioteca. Lo que en la feria es profusión y bullicio, en la biblioteca ha de ser sobriedad y rigor. Una biblioteca no decora, salvo que sea la obra de un coleccionista. Los libros suelen ser chillones, diseñados para llamar la atención del pasante ocioso, y los lomos, que es lo que se ve en una biblioteca, no tienen ninguna gracia y están hechos sin criterio: las letras van de arriba abajo o de abajo arriba, a gusto de la editorial. Si se colocan por orden alfabético de autores, como se suele hacer, el resultado es un batiburrillo de colores y tamaños.
No me extiendo más, aunque podría hacerlo. Sólo quería aprovechar que es temporada de ferias del libro y empieza la de Madrid para hacer unas reflexiones encaminadas a esta conclusión: que una feria es un lugar donde se celebra el libro, al autor y al lector, un acto de hermanamiento, una oportunidad para adquirir información, formarse opiniones, entablar contactos personales; y también es un homenaje al negocio de editar. Y una ocasión para comprender que la lectura, que es la raíz de todo lo anterior, es un acto individual y colectivo, y una empresa de la máxima trascendencia vital.
Joyas de William Shakespeare
-Si no recuerdas la más ligera locura en que el amor te hizo caer, no has amado.
-No tratéis de guiar al que pretende elegir por sí su propio camino.
-Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras.
Fragmento de Don Juan Tenorio de Zorrilla
dentro la jaula nacida,
¿qué sabe ella si hay más vida
ni más aire en que volar?
Si no vio nunca sus plumas
del sol a los resplandores,
¿qué sabe de los colores
de que se puede ufanar?
No cuenta la pobrecilla
diez y siete primaveras,
y aún virgen a las primeras
impresiones del amor,
nunca concibió la dicha
fuera de su pobre estancia,
tratada desde la infancia
con cauteloso rigor.
Y tantos años monótonos
de soledad y convento
tenían su pensamiento
ceñido a punto tan ruin,
a tan reducido espacio
y a círculo tan mezquino,
que era el claustro su destino
y el altar era su fin.
«Aquí está Dios», la dijeron;
y ella dijo: «Aquí le adoro».
«Aquí está el claustro y el coro».
Y pensó: «No hay más allá».
Y sin otras ilusiones
que sus sueños infantiles,
pasó diez y siete abriles
sin conocerlo quizá.
Garcilaso de la Vega (1503-1536)
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende el corazón y lo refrena;
y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió,con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza su costumbre.
La vida es sueño Calderón de la Barca (fragmento)
Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así,
qué delito cometí
contra vosotros naciendo:
aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido:
bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor,
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.
Sólo quisiera saber
para apurar mis desvelos
(dejando a una parte, cielos,
el delito de nacer),
¿qué más os pude ofender,
para castigarme más?
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron,
¿qué privilegios tuvieron
que yo no gocé jamás?
Nace el ave, y con sus galas
que le dan belleza suma,
apenas es flor de pluma,
o ramillete con alas,
cuando las etéreas salas
corta con velocidad,
negándose a la piedad
del nido que deja en calma:
¿y teniendo yo más alma,
tengo menos libertad?
Nace el bruto, y con la piel
que dibujan manchas bellas,
apenas signo es de estrellas
(gracias al docto pincel),
cuando, atrevido y cruel,
la humana necesidad
le enseña a tener crueldad,
monstruo de su laberinto:
¿y yo con mejor instinto
tengo menos libertad?
Nace el pez, que no respira,
aborto de ovas y lamas,
y apenas bajel de escamas
sobre las ondas se mira,
cuando a todas partes gira
midiendo la inmensidad
de tanta capacidad
como le da el centro frío
¿y yo con más albedrío
tengo menos libertad?
Nace el arroyo, culebra
que entre flores se desata,
y apenas, sierpe de plata,
entre las flores se quiebra,
cuando músico celebra
de las flores la piedad,
que le da la majestad
del campo abierto a su huida:
¿y teniendo yo más vida
tengo menos libertad?
En llegando a esta pasión,
un volcán, un Etna hecho,
quisiera arrancar del pecho
pedazos del corazón;
¿qué ley, justicia o razón
negar a los hombres sabe
privilegio tan süave,
excepción tan principal,
que Dios le ha dado a un cristal,
a un pez, a un bruto y a un ave?
[...]
Es verdad; pues reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición,
por si alguna vez soñamos:
y sí haremos, pues estamos
en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña
que el hombre que vive, sueña
lo que es, hasta dispertar.
Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe;
y en cenizas le convierte
la muerte (¡desdicha fuerte!):
¿que hay quien intente reinar,
viendo que ha de dispertar
en el sueño de la muerte?
Sueña el rico en su riqueza
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí,
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
Rima LIII Gustavo Adolfo Bécquer
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
¡esas... no volverán!.
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
¡esas... no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido...; desengáñate,
¡así... no te querrán!
Marvin Harris
Marvin Harris es creador de la estrategia de investigación conocida como materialismo cultural. En su trabajo se basó en gran medida en las teorías de Thomas Malthus y Karl Marx, combinando las ideas de Malthus sobre la influencia del crecimiento de la población en la formación de instituciones sociales con las de Marx acerca del efecto de los medios de producción en el mismo sentido. A lo largo de su vida, Harris tuvo partidarios acérrimos y críticos feroces. Su lectura, en cualquier caso, resulta obligada para entender la antropología de finales del siglo XX.
Harris hizo frecuente el uso dentro de las ciencias humanas de los términos emic y etic, tomados de fonología y fonética, respectivamente. En lingüística, una muestra de discurso hablado puede analizarse desde ambas perspectivas, distintas pero complementarias. Así, en la frase "Le dio una palmada sonora en el muslo", las eses de sonora y muslo son, desde el punto de vista fonémico (fonológico), realizaciones de un único fonema /s/; sin embargo, desde el punto de vista fonético, se trata de dos sonidos distintos (s sorda la de sonora, s sonora la de muslo). Es decir: los hablantes del castellano sólo distinguen un fonema /s/ (perspectiva fonémica o emic), pero en realidad, sin ser necesariamente conscientes de ello, lo pronuncian unas veces como s sorda y otras como s sonora (perspectiva fonética).
Extrapolando esta distinción lingüística a la antropología, Harris considera emic a las explicaciones que una comunidad considera válidas sobre sus actos y etic a las explicaciones científicas que un observador externo da a esos mismos actos. Así, cuando una madre de una comunidad muy pobre explica que a los niños que nacen enfermos "se los lleva Dios pronto al cielo porque son angelitos" (perspectiva emic), el antropólogo ve una realidad muy distinta: a esos niños se les alimenta y protege poco para provocar que mueran pronto, porque suponen una carga imposible de asumir (perspectiva etic).
En otros términos, etic alude a todo lo que es infraestructural, es decir, a aquellos elementos de una sociedad que no se perciben a simple vista, pero condicionan decisivamente la vida de la misma, aunque los afectados no sean conscientes de ello. Un ejemplo es la explicación que da de las cíclicas 'guerras' rituales entre la etnia de los maring, en Papuasia. Harris las explica recurriendo a la causalidad infraestructural o etic: las guerras rituales se producen durante intervalos cíclicos en los cuales, por razones ecológicas, escasean los alimentos. Si la disminución de los alimentos es la causalidad etic o infraestructural, las justificaciones que los propios maring dan para entrar en guerra son lo fenoménico, lo que el observador puede ver, es decir lo emic.
Es así que Harris devela la realidad sociocultural de toda población humana, en tres niveles:
Infraestructural
Estructural
Superestrucutral
El nivel infraestructural ya ha sido en gran medida explicado líneas arriba, en cuanto al nivel estructural es áquel constituido por el corpus de instituciones y elementos concretos perceptibles (por ejemplo lo perceptible de los rituales, las guerras, las escuelas etc). El nivel superestructural por su parte es aquél ideológico que "explica" -o racionaliza- como "naturales" los hechos de la realidad social y cultural. En opinión de Harris, los tres niveles considerados se retroalimentan.
El corazón delator de Edgar Allan Poe
Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre.
Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio... ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce, hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría... ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando la abertura era lo bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda, cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se hubieran reído al ver cuán astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente... muy, muy lentamente, a fin de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera introducir completamente la cabeza por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Eh? ¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna cautelosamente... ¡oh, tan cautelosamente! Sí, cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo suficiente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante siete largas noches... cada noche, a las doce... pero siempre encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino el mal de ojo. Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin miedo en su habitación y le hablaba resueltamente, llamándolo por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarlo mientras dormía.
Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de aquella noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse repentinamente en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás... pero no. Su cuarto estaba tan negro como la pez, ya que el viejo cerraba completamente las persianas por miedo a los ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y seguí empujando suavemente, suavemente.
Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando:
-¿Quién está ahí?
Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando... tal como yo lo había hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido anuncia la muerte.
Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena... ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón. Comprendí que había estado despierto desde el primer leve ruido, cuando se movió en la cama. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: "No es más que el viento en la chimenea... o un grillo que chirrió una sola vez". Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la Muerte se había aproximado a él, deslizándose furtiva, y envolvía a su víctima. Y la fúnebre influencia de aquella sombra imperceptible era la que lo movía a sentir -aunque no podía verla ni oírla-, a sentir la presencia de mi cabeza dentro de la habitación.
Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna.
Así lo hice -no pueden imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué inmenso cuidado-, hasta que un fino rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó de lleno sobre el ojo de buitre.
Estaba abierto, abierto de par en par... y yo empecé a enfurecerme mientras lo miraba. Lo vi con toda claridad, de un azul apagado y con aquella horrible tela que me helaba hasta el tuétano. Pero no podía ver nada de la cara o del cuerpo del viejo, pues, como movido por un instinto, había orientado el haz de luz exactamente hacia el punto maldito.
¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es sólo una excesiva agudeza de los sentidos? En aquel momento llegó a mis oídos un resonar apagado y presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latir del corazón del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal como el redoblar de un tambor estimula el coraje de un soldado.
Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas si respiraba. Sostenía la linterna de modo que no se moviera, tratando de mantener con toda la firmeza posible el haz de luz sobre el ojo. Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte, momento a momento. El espanto del viejo tenía que ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! ¿Me siguen ustedes con atención? Les he dicho que soy nervioso. Sí, lo soy. Y ahora, a medianoche, en el terrible silencio de aquella antigua casa, un resonar tan extraño como aquél me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón iba a estallar. Y una nueva ansiedad se apoderó de mí... ¡Algún vecino podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había sonado! Lanzando un alarido, abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez... nada más que una vez. Me bastó un segundo para arrojarlo al suelo y echarle encima el pesado colchón. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, durante varios minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie podría escucharlo a través de las paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto. Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme.
Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver. La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, brazos y piernas.
Levanté luego tres planchas del piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo humano -ni siquiera el suyo- hubiera podido advertir la menor diferencia. No había nada que lavar... ninguna mancha... ningún rastro de sangre. Yo era demasiado precavido para eso. Una cuba había recogido todo... ¡ja, ja!
Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, pero seguía tan oscuro como a medianoche. En momentos en que se oían las campanadas de la hora, golpearon a la puerta de la calle. Acudí a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía temer ahora?
Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente como oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había escuchado un alarido, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún atentado. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a los tres agentes para que registraran el lugar.
Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer? Di la bienvenida a los oficiales y les expliqué que yo había lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice saber que el viejo se había ausentado a la campaña. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostré sus caudales intactos y cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de mi víctima.
Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían convencido. Por mi parte, me hallaba perfectamente cómodo. Sentáronse y hablaron de cosas comunes, mientras yo les contestaba con animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más clara... hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos.
Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el sonido aumentaba... ¿y que podía hacer yo? Era un resonar apagado y presuroso..., un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento, y, sin embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte!
-¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí!¡Donde está latiendo su horrible corazón!
Las hadas de Charles Perrault
Entre otras cosas, esta pobre niña tenía que ir dos veces al día a buscar agua a una media legua de la casa, y volver con una enorme jarra llena.
Un día que estaba en la fuente, se le acercó una pobre mujer rogándole que le diese de beber.
-Como no, mi buena señora -dijo la hermosa niña.
Y enjuagando de inmediato su jarra, sacó agua del mejor lugar de la fuente y se la ofreció, sosteniendo siempre la jarra para que bebiera más cómodamente. La buena mujer, después de beber, le dijo:
-Eres tan bella, tan buena y tan amable, que no puedo dejar de hacerte un don -pues era un hada que había tomado la forma de una pobre aldeana para ver hasta dónde llegaría la gentileza de la joven-. Te concedo el don -prosiguió el hada- de que por cada palabra que pronuncies saldrá de tu boca una flor o una piedra preciosa.
Cuando la hermosa joven llegó a casa, su madre la reprendió por regresar tan tarde de la fuente.
-Perdón, madre mía -dijo la pobre muchacha- por haberme demorado-; y al decir estas palabras, le salieron de la boca dos rosas, dos perlas y dos grandes diamantes.
-¡Qué estoy viendo! -dijo su madre, llena de asombro-; ¡parece que de la boca te salen perlas y diamantes! ¿Cómo es eso, hija mía?
Era la primera vez que le decía hija.
La pobre niña le contó ingenuamente todo lo que le había pasado, no sin botar una infinidad de diamantes.
-Verdaderamente -dijo la madre- tengo que mandar a mi hija; mira, Fanchon, mira lo que sale de la boca de tu hermana cuando habla; ¿no te gustaría tener un don semejante? Bastará con que vayas a buscar agua a la fuente, y cuando una pobre mujer te pida de beber, ofrecerle muy gentilmente.
-¡No faltaba más! -respondió groseramente la joven- ¡ir a la fuente!
-Deseo que vayas -repuso la madre- ¡y de inmediato!
Ella fue, pero siempre refunfuñando. Tomó el más hermoso jarro de plata de la casa. No hizo más que llegar a la fuente y vio salir del bosque a una dama magníficamente ataviada que vino a pedirle de beber: era la misma hada que se había aparecido a su hermana, pero que se presentaba bajo el aspecto y con las ropas de una princesa, para ver hasta dónde llegaba la maldad de esta niña.
-¿Habré venido acaso -le dijo esta grosera mal criada- para darte de beber? ¡Justamente he traído un jarro de plata nada más que para dar de beber a su señoría! De acuerdo, bebe directamente, si quieres.
-No eres nada amable -repuso el hada, sin irritarse-; ¡está bien! ya que eres tan poco atenta, te otorgo el don de que a cada palabra que pronuncies, te salga de la boca una serpiente o un sapo.
La madre no hizo más que divisarla y le gritó:
-¡Y bien, hija mía?
-¡Y bien, madre mía! -respondió la malvada, echando dos víboras y dos sapos.
-¡Cielos! -exclamó la madre- ¿qué estoy viendo? ¡Tu hermana tiene la culpa, me las pagará! -y corrió a pegarle.
La pobre niña arrancó y fue a refugiarse en el bosque cercano. El hijo del rey, que regresaba de la caza, la encontró y viéndola tan hermosa le preguntó qué hacía allí sola y por qué lloraba.
-¡Ay!, señor, es mi madre que me ha echado de la casa.
El hijo del rey, que vio salir de su boca cinco o seis perlas y otros tantos diamantes, le rogó que le dijera de dónde le venía aquello. Ella le contó toda su aventura.
El hijo del rey se enamoró de ella, y considerando que semejante don valía más que todo lo que se pudiera ofrecer al otro en matrimonio, la llevó con él al palacio de su padre, donde se casaron.
En cuanto a la hermana, se fue haciendo tan odiable, que su propia madre la echó de la casa; y la infeliz, después de haber ido de una parte a otra sin que nadie quisiera recibirla, se fue a morir al fondo del bosque.
Moraleja
Las riquezas, las joyas, los diamantes son del ánimo influjos favorables, Sin embargo los discursos agradables son más fuertes aun, más gravitantes.
Otra moraleja
La honradez cuesta cuidados, exige esfuerzo y mucho afán que en el momento menos pensado su recompensa recibirán.
Cuentos de amor HERMAN HESSE
Al poco rato, sin dar tiempo a que oscureciera mucho más, la niña salió de nuevo al portón del jardín. Se quedó un momento quieta, miró recelosamente hacia la carretera, atisbó el muro, la parra y a la pareja enamorada. Entonces, empezó a correr a un paso rápido por la calle con sus ágiles pies descalzos; alcanzó a la pareja, dio la vuelta corriendo, fue de nuevo hasta el portón, se detuvo un minuto, y así repitió sus solitarias y silenciosas idas y venidas una y otra vez.Sin decir nada, los enamorados observaban cómo corría, cómo volvía atrás, cómo la pequeña falda se agitaba alrededor de sus largas piernas infantiles. Sentían que aquel vaivén les estaba dedicado; que de ellos emanaba un embrujo, y que la pequeña, en su sueño infantil, vislumbraba el amor y la silenciosa embriaguez de aquel sentimiento.A continuación las correrías de la niña se transformaron en una danza. Se acercó dando pasos rítmicos, meciéndose, caminando caprichosamente. Al anochecer, aquella pequeña figura solitaria danzaba en medio de la blanca carretera. Su danza era un homenaje; su pequeña danza infantil era una canción, una plegaria al futuro y al amor. Consumó su sacrificio, seria y entregada, fue de un lado a otro balanceándose, hasta que finalmente se perdió de nuevo en el sombrío jardín.- La hemos fascinado -dijo la enamorada-. Ha sentido la presencia del amor.El amigo calló. Pensó: quizás esta niña, en el hechizo de su danza, ha disfrutado más del amor ahora, en lo que tiene de hermoso y pleno, de lo que jamás pueda llegar a experimentar......Aquella noche, en la que no durmió, sus reflexiones le llevaron a la siguiente conclusión:Es inútil repetir lo que ya se ha vivido. Todavía podría querer a muchas mujeres, quizás aún durante años les podría ofrecer mi intensa mirada, mis tiernas manos y mis sabrosos besos. Pero debe uno aceptar que llega el momento de despedirse de todo esto. Llegada la ocasión, la despedida, que hoy todavía puedo aceptar voluntariamente, se produce en medio de la derrota y la desesperación. Así que la renuncia, que hoy es un triunfo, mañana sería sólo vergüenza. Por todo esto, debo renunciar hoy: es hoy cuando debo despedirme de todo ello.Mucho he aprendido hoy y mucho me queda todavía por aprender. Debo aprender de esa niña que, con su silenciosa danza, nos ha cautivado. Al ver a una pareja enamorada en el crepúsculo, ha florecido en ella el amor. Una ola prematura, un presentimiento del placer, inquietante y hermoso a la vez, ha recorrido sus venas y, como todavía no puede amar, se ha puesto a danzar. Así pues, también yo debo aprender a danzar; debo cambiar la ávida búsqueda del placer por la música, la sensualidad por la plegaria. Sólo así seré siempre capaz de amar; no tendré por qué revivir inútilmente el pasado. Es éste el camino que quiero seguir.
Arthur Rimbaud
DESEO García Lorca
Sólo tu corazón caliente,
Y nada más.
Mi paraíso, un campo
Sin ruiseñor
Ni liras, Con un río discreto
Y una fuentecilla.
Sin la espuela del viento
Sobre la fronda,
Ni la estrella que
quiere Ser hoja.
Una enorme luz
Que fuera Luciérnaga
De otra, En un campo de Miradas rotas.
Un reposo claro
Y allí nuestros besos,
Lunares sonoros
Del eco, Se abrirían muy lejos.
Y tu corazón caliente, Nada más.
Creep de Radiohead
ENTRE REJAS
Amado y venerado Wilde
Oscar Wilde combinó sus estudios universitarios con viajes (en 1877 visitó Italia y Grecia), al tiempo que publicaba en varios periódicos y revistas sus primeros poemas, que fueron reunidos en 1881 en Poemas. Al año siguiente emprendió un viaje a Estados Unidos, donde ofreció una serie de conferencias sobre su teoría acerca de la filosofía estética, que defendía la idea del «arte por el arte» y en la cual sentaba las bases de lo que posteriormente dio en llamarse dandismo.A su vuelta, Oscar Wilde hizo lo propio en universidades y centros culturales británicos, donde fue excepcionalmente bien recibido. También lo fue en Francia, país que visitó en 1883 y en el cual entabló amistad con Verlaine y otros escritores de la época.
En 1884 contrajo matrimonio con Constance Lloyd, que le dio dos hijos, quienes rechazaron el apellido paterno tras los acontecimientos de 1895. Entre 1887 y 1889 editó una revista femenina, Woman’s World, y en 1888 publicó un libro de cuentos, El príncipe feliz, cuya buena acogida motivó la publicación, en 1891, de varias de sus obras, entre ellas El crimen de lord Arthur Saville.El éxito de Wilde se basaba en el ingenio punzante y epigramático que derrochaba en sus obras, dedicadas casi siempre a fustigar las hipocresías de sus contemporáneos. Así mismo, se reeditó en libro una novela publicada anteriormente en forma de fascículos, El retrato de Dorian Gray, la única novela de Wilde, cuya autoría le reportó feroces críticas desde sectores puritanos y conservadores debido a su tergiversación del tema de Fausto.
No disminuyó, sin embargo, su popularidad como dramaturgo, que se acrecentó con obras como Salomé (1891), escrita en francés, o La importancia de llamarse Ernesto (1895), obras de diálogos vivos y cargados de ironía. Su éxito, sin embargo, se vio truncado en 1895 cuando el marqués de Queenberry inició una campaña de difamación en periódicos y revistas acusándolo de homosexual. Wilde, por su parte, intentó defenderse con un proceso difamatorio contra Queenberry, aunque sin éxito, pues las pruebas presentadas por este último daban evidencia de hechos que podían ser juzgados a la luz de la Criminal Amendement Act.
El 27 de mayo de 1895 Oscar Wilde fue condenado a dos años de prisión y trabajos forzados. Las numerosas presiones y peticiones de clemencia efectuadas desde sectores progresistas y desde varios de los más importantes círculos literarios europeos no fueron escuchadas y el escritor se vio obligado a cumplir por entero la pena. Enviado a Wandsworth y Reading, donde redactó la posteriormente aclamada Balada de la cárcel de Reading, la sentencia supuso la pérdida de todo aquello que había conseguido durante sus años de gloria.
Recobrada la libertad, cambió de nombre y apellido (adoptó los de Sebastian Melmoth) y emigró a París, donde permaneció hasta su muerte. Sus últimos años de vida se caracterizaron por la fragilidad económica, sus quebrantos de salud, los problemas derivados de su afición a la bebida y un acercamiento de última hora al catolicismo. Sólo póstumamente sus obras volvieron a representarse y a editarse. En 1906, Richard Strauss puso música a su drama Salomé, y con el paso de los años se tradujo a varias lenguas la práctica totalidad de su producción literaria.
El niño con el pijama de rayas de John Boyne
No apto para mentes sensibles (yo k se supone k no lo soy estuve llorando sin parar cuando lo terminé)
Un libro que demuestra que no es necesario vivir la historia para sentirla... Bruno, inocente criatura envuelta en la vorágine...
La historia del nazismo mejor reflejada que nunca para goce de niños y no tan niños...
Libros, livres, books...
El mundo según CASCIARI
Et si tu n'existais pas (Joe Dessin)
Dis-moi pourquoi j'existerais
Pour traîner dans un monde sans toi
Sans espoir et sans regret
Et si tu n'existais pas
J'essaierais d'inventer l'amour
Comme un peintre qui voit sous ses doigts
Naître les couleurs du jour
Et qui n'en revient pas
Et si tu n'existais pas
Dis-moi pour qui j'existerais
Des passantes endormies dans mes bras
Que je n'aimerais jamais
Et si tu n'existais pas
Je ne serais qu'un point de plus
Dans ce monde qui vient et qui va
Je me sentirais perdu
J'aurais besoin de toi
Et si tu n'existais pas
Dis-moi comment j'existerais
Je pourrais faire semblant d'être moi
Mais je ne serais pas vrai
Et si tu n'existais pas
Je crois que je l'aurais trouvé
Le secret de la vie, le pourquoi
Simplement pour te créer
Et pour te regarder
Et si tu n'existais pas
Dis-moi pourquoi j'existerais
Pour traîner dans un monde sans toi
Sans espoir et sans regret
Et si tu n'existais pas
J'essaierais d'inventer l'amour
Comme un peintre qui voit sous ses doigts
Naître les couleurs du jour
Et qui n'en revient pas
84, Charing Cross Road (Mi novela)
No te detengas (Walt Whitman)
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite
el derecho a expresarte,que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesíassí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,nos enseña,
nos convierte en protagonistasde nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,la poderosa obra continúa:
Tu puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.Huye."Emito mis alaridos por los techos de este mundo",dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provocatener la vida por delante.
Vívela intensamente,sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuroy encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron de nuestros "poetas muertos",
te ayudan a caminar por la vida
La sociedad de hoy somos nosotros:Los "poetas vivos".
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas...
FIRMIN (excelente elección)
Firmin no es un ratoncito humano, sino un ser humano en un cuerpo de rata. Esto lo hace áspero, patético, incómodo, sin la menor concesión al infantilismo y auténticamente poético.Eduardo Mendoza
Un libro escrito para lectores, es decir, para gente que siente pasión por los libros y para quienes los libros son tan reales como cualquier otra cosa de la vida. Más reales, quizá.Donna Leon
Uno de esos contados libros que parecen haber caído del cielo para sorprendernos y deslumbrarnos. Sombras de Dostoievski y destellos de Vonnegut. Uno nunca volverá a mirar a una rata de igual modo luego de masticar y tragar esta pequeña gran novela.Rodrigo Fresán
Una estupenda fábula sobre los poderes transformadores, prodigiosos, de la literatura, y sobre los efectos que produce el haber crecido devorando libros: sensibilidad, poder de observación, sentido del humor, inteligencia y humanidad.Es excelente. Justo Navarro